«Podemos hacer todo lo que nuestra mente quiera que hagamos»
Hablando hace poco con una atleta intercambiábamos opiniones de las cosas que se nos pasan por la cabeza cuando entrenamos y/o competimos (de esto voy hablar en más de una ocasión) y es curioso que estos pensamientos pasan por igual por la mente de muchos de nosotros.
Yo, que jamás he sido un atleta bueno o reconocido he tenido multitud de pensamientos negativos (más que positivos) cuando me enfrentaba a una competición y pensaba no compartirlos para no mostrar mi debilidad, para que no pensaran que era yo el único que los tenía o para no escuchar aquello de “pero si esto lo haces todos los días”.

Sí, si que es cierto que lo hago –hacemos- todos los días, que nadie nos obliga a ello, que lo hacemos porque nos encanta, porque nos hace sentirnos bien, porque nos estimula mentalmente, porque nos mantiene activos, porque nos ayuda a vivir, sentir, compartir, disfrutar y otros tantos adjetivos positivos y motivantes que nos mantienen viviendo sueños despiertos, muy despiertos. Sueños en los que ponemos todo nuestro entusiasmo, nuestras ganas, nuestro esfuerzo y en ocasiones casi todo nuestro tiempo.
¿Es bueno obsesionarse? Claramente, NO. La obsesión del término latín obsessĭo que significa asedio. Se trata de una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta la mente. La obsesión tiene múltiples facetas de expresión. Este pensamiento, sentimiento o tendencia aparece en desacuerdo con el pensamiento consciente de la persona, pero persiste más allá de los esfuerzos por librarse de él.
Es decir, que la obsesión nos va a impedir conseguir nuestro objetivo bien sea porque no sale lo pensado o bien sea porque nos lleve a pensamientos alejados de nuestra realidad. La perseverancia en lo que hacemos, la constancia, son valores que nos llevan al éxito; la obsesión, será el primer lastre de nuestro fracaso.
Dejo de filosofar….y me centro en los pensamientos que esta querida atleta me transmitía. Ella –repito, al igual que yo- dice que en muchos días, cuando sale a correr sola por un camino, cuando da vueltas por un parque o cuando sale a entrenar sin ganas….cuando compite y va sufriendo lejos de su objetivo…le viene a la mente la dichosa pregunta: y yo, ¿por qué corro? (hablaré en otro post de esto).
¿Qué hago aquí?, ¿Esto para qué vale?, A mí me da igual que me ganen, y un largo etcétera son las frases que muchos de nosotros nos hemos hecho. Preguntas de bajo nivel cognitivo ya que no se responden con pensamientos lógicos o elaborados sino que buscan la autocomplacencia, la excusa perfecta para alejarnos de nuestro objetivo.
Esto, no es único y propio de los atletas “populares” entre los que me incluyo, sino que pasa por igual en atletas experimentados y de élite.
En un trabajo de Investigación que realicé para la Universidad de Extremadura titulado “Actitud precompetitiva en atletas de alto rendimiento” pude comprobar como en la mayoría de los casos (más de un 89%) estos temores a la competición, estas frases de autocomplacencia, de búsqueda de excusas por si la cosa no salía como se esperaba de ellos, era la tónica habitual. En un fenomenal post de Diana Martín, reciente bronce europeo en 3000obts ¿En qué pienso antes de correr? http://www.dianamartingimenez.com/blog/entradas/2014/julio/pensamiento.html comenta como la angustia se apodera de ella justo antes del disparo de salida y viene a confirmar lo que trato de exponer.
A todos/as nos pasa lo mismo. Existe un nervio precompetitivo (que en su justa media es necesario para mantener alerta y preparado el cuerpo) que puede llegar a truncar todas nuestras esperanzas de éxito. Ese momento es clave para no tirar al traste todas nuestras ilusiones y vencerlo, estar preparado/a para ese momento es vital si queremos sacar el máximo partido a nuestros esfuerzos.
¿Qué hacer cuando estos pensamientos se nos vienen a la cabeza?
Lo importante sería estar preparados previamente para saber que es un proceso “natural”, que nos va a venir siempre y que al igual que abrocharme las zapatillas, ir al baño o calentar forma parte de un esquema precompetitivo y que debemos de pasar, al igual que hacemos con las otras situaciones del proceso (abrocharse las zapatillas, calentar…).
Evidentemente no es siempre precompetitivo, ya que cómo hemos dicho esos pensamientos “malignos” pueden aparecer durante la competición o durante un entrenamiento.
Podría volver a la frase que no me gustaría que me dijesen y decir “es algo normal, lo hacemos todos los días”…pero no creo que tenga fuerza moral después de lo que escribí en las primeras líneas.
Cambiar los pensamientos negativos no significa sacar de tu mente todo lo malo para pensar en rosa en todo momento. Ni tampoco significa pretender convertir la depresión en felicidad, la ira en amor. Si tienes motivos para estar triste, para estar enfadado, para estar nervioso, debes sentir esas emociones y no pretender usar tu pensamiento para hacerlas desaparecer y sustituirlas falsamente por las opuestas, porque eso no es más que un autoengaño que al final te pasará factura (seguramente, en forma de síntomas físicos). Si tienes motivos para tener miedo, no querer sufrir, no competir, no entrenar….¿por qué lo haces?
Por lo tanto, creo que tienes motivos más que suficientes (y si llegas a leer este blog te aseguro que los tienes) para calzarte unas zapatillas, si pueden ser Skechers mejor que mejor, y salir a correr, a disfrutar y a quemar calorías, buscar sueños y dar zancada tras zancada con el mejor ánimo del mundo.

Si aún no te conformas y sigues viendo pocas soluciones ante estas situaciones negativas, sólo me queda recurrir a la psicología.
¿Cómo transformar tus pensamientos negativos en constructivos?
1. Sé consciente de lo que estás pensando. Tenemos que elaborar esquemas de pensamiento válidos, es decir, tener conciencia de que esos pensamientos no forman parte de nuestro día a día ni de nuestro objetivo. Debemos saber qué es un pensamiento inconsciente, automático y que no forma parte de nosotros.
2. Pregúntate: ¿qué he pensado o qué me ha pasado para llegar a pensar así? Hazte esta pregunta siempre que te aparezca ese pensamiento para darte cuenta de que no es correcto lo que piensas.
3. Una vez que tengas claro lo que has pensado y cómo tu pensamiento te ha llevado a sentir esa emoción exagerada o tener esa reacción o comportamiento indeseado, cuestiona tu pensamiento. Es decir, hazte preguntas como: ¿De verdad es tan terrible?¿Existe otra explicación posible?. Se trata de preguntas destinadas a poner en duda tu pensamiento para no creerte lo primero que te venga a la mente y hacerlo más lógico y racional
Esto es un proceso entrenable y por tanto debe hacerse cada vez que aparezca este tipo de pensamientos, no debemos esperar a realizar estas preguntas sólo el día de la competición.
Yo personalmente, cuando un día no me apetecía nada entrenar; llovía a mares; estaba cansado; venía de una mala carrera….siempre decía, si salgo hoy, ganaré un día respecto a mis rivales y tendré más cerca mi objetivo. Y tú, ¿en qué piensas en estos casos?
Juan Pablo Gómez Martín
http://www.entrenadoratletismo.com
@juanpacoach
Entrenador Nacional Atletismo
Alto Rendimiento Deportivo